Anaya

Anaya, tierra de campo y calma

En Anaya, la vida discurre al compás de las estaciones, entre campos de cultivo y edificaciones que conservan la impronta rural castellana. El pueblo, de estructura compacta y calles tranquilas, muestra una arquitectura sencilla con casas de piedra, adobe y teja curva, que reflejan la adaptación a un entorno agrícola y de clima extremo.

Uno de los elementos más representativos es la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Con una robusta espadaña y muros de mampostería, este templo sigue siendo el centro de las celebraciones religiosas y sociales. A su alrededor, el núcleo urbano conserva el aire sosegado de los pueblos dedicados históricamente al trabajo de la tierra.

Anaya mantiene viva una fuerte identidad ligada al cultivo del cereal y a la ganadería extensiva. Los caminos que parten desde el casco urbano permiten recorrer un paisaje abierto, con horizontes amplios y cielos despejados. Es un entorno ideal para quienes buscan el contacto directo con la naturaleza en su forma más sencilla y auténtica.

Durante las fiestas patronales, el pueblo se llena de vida con actividades tradicionales que refuerzan los vínculos entre vecinos. Las celebraciones incluyen procesiones, música y encuentros en la plaza, donde el tiempo parece detenerse por unos días para dar paso al recuerdo compartido y a la convivencia.