Las Calas de Capdepera son algunas de las calas más bellas de la costa septentrional mallorquina. En ellas se suceden magníficas playas donde la naturaleza permite el turismo en primera línea de mar. El Cabo Formentor cierra la bahía por el norte con sus picos asomándose sobre el mar. Es un paisaje luminoso que merece la pena recorrer hasta el extremo, donde se encuentra uno de esos faros del fin del mundo.
Detenerse en la amplia cala del Pi de la Posada cuyos pinos escasamente dejan ver las instalaciones del mítico Hotel Formentor, alojamiento buscado por huéspedes que reclamaban inviernos templados, y tan glamorosos como Grace Kelly, Charles Chaplin o Peter Ustinov. Pero respiramos un aire menos cargado en torno al Cabo Ferrutx, que cierra la bahía de Alcudia y se enfrenta al de Formentor por levante.
Toda la península de Llevant a la que se accede desde los encantadores pueblos de Artà y Capdepera, fue declara parque natural en el año 2001. Una porción de isla de atmósfera completamente contraria a la de Formentor: mineral y muy árida. Desértica en el interior excepto por alguna que otra alquería africana cuya excepcional salvación de la especulación urbanística es milagrosa. La línea de costa es áspera y abrupta, muy diferente del delicioso mediterráneo buscado a principios de siglo por los millonarios de todo el mundo. También Merece la pena acercarse a Cala Mitjana, preciosa cala virgen.
Vamos dejando en nuestro camino, acantilados y calas desiertas como la Estreta o Es Matzoc, y en el noreste dejamos el peñón rocoso de Albarca y Menoría.
Las torres de defensa mejor conservadas que en su día rodearon la isla continúan sobre el pequeño saliente de Albarca. Las torres fueron construidas con piedra de la zona en el S.XVII. Desde allí puede verse S’Arenalet del Verger, una playa formada en el final del recorrido de un río prácticamente seco.