El Cristo de Medinaceli es quizá la figura más emblemática de la imaginería dedicada a Jesús de Nazaret, que con sus 173 centímetros de talla de origen sevillano, representa ese tramo de su pasión en el que se produce el ofrecimiento de Poncio Pilatos al pueblo para que decida su destino. Exhibe un cuerpo inmaculado y un gesto mudo de resignación por la condena a la que se ve abocado, y muestra una tez oscurecida por el paso de la historia y los diversos acontecimientos que le han influido.
La Archicofradía de la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con tres siglos de antigüedad a sus espaldas, es la hermandad católica de Madrid que rinde culto al Cristo de Medinaceli. Tiene su sede canónica en la Basílica de Jesús de Medinaceli, desde donde cada Viernes Santo procesiona solemnemente por las calles madrileñas, reconociéndose como la más esperada de cuantas procesiones se celebran en la capital. Al margen del esplendor que adquiere en la Semana Santa, durante todo el año se mantiene un constante devenir de fieles de todos los rincones de España, que lo visitan en la basílica de los Padres Capuchinos, donde ingentes multitudes se agolpan para orar ante la imagen, pedirle tres deseos y entregar donaciones en señal de gratitud por favores concedidos.
En la procesión del viernes santo, los cofrades nazarenos hacen gala de túnica y capirote de color morado, alcanzando esta hermandad la cifra de 8.000 miembros, si bien como es lógico no todos toman partido en la procesión. El Jesús de Medinaceli, con sus esplendorosas túnicas y coronado de oro, señorea un espectacular paso de madera, alumbrado por candelabros y llevado sobre ruedas a la más pura tradición castiza. Recorre monumentales espacios de la capital, como la Carrera de San Jerónimo, la plaza de Canalejas, la calle de Alcalá o la plaza de Cibeles.
Debemos recordar que la Esclavitud de Nuestro Padre Jesús tuvo el honor de acoger en sus huestes a gran parte de la nobleza y a los miembros de la Casa Real, siendo al Duque de Medinaceli a quien correspondió en todo momento ejercer de Hermano Mayor. Por el fervor depositado en él por los madrileños, con el paso del tiempo se ha ganado entre sus devotos el apelativo de “El Señor de Madrid”, siendo un hecho que la devoción profesada al Cristo de Medinaceli crece año a año.




